jueves, 21 de mayo de 2009

RECUERDOS



Una sombra oscura me acecha. Sé que suena absurdo y que cualquiera que me oiga va a pensar que estoy loca. Pero no es así, estoy segura. Hay algo persiguiéndome. Es una extraña sensación de angustia que me persigue todo el día y me aprisiona en el pecho.
Ya he ido al médico, pensando que era ansiedad, qué se yo, o cualquiera de esas enfermedades estúpidas que nos hemos inventado para justificar que no somos felices en este mundo loco que nadie quiere…pero nada, ni con la ansiedad ha habido suerte. Me han dado unas pastillas, unos tranquilizantes que me han asegurado me harían sentir mucho mejor. Y nada. Lo único que hacen es atontarme y que mi cerebro esté borracho. Me cuesta pensar con claridad, así que he decidido dejar las putas pastillas.
Pero la presión en el pecho sigue y me da la vuelta por la espalda. Ahora la siento en mi cabeza, en mis omoplatos, es como una sombra de cien toneladas pegada a mí. Puedo incluso sentirla cuando estoy tumbada en la cama; me arrastra hacía abajo y la tristeza es horrible y no puedo hacer otra cosa que llorar. Así que hoy tengo hora para el psicólogo.
Buff, no sé si me va a servir de algo, no he parado de llorar y llorar. La tristeza me invadía de nuevo y solo tenía ganas de estar en casa con mi madre. Hoy además me han hecho pruebas, radiografías y esas cosas porque la espalda me duele horrores, pero por lo visto no es de huesos. Pero yo empiezo a ir curvada. La tristeza me duele al andar.
De nuevo el psicólogo, preguntas, preguntas y más preguntas…me doy cuenta que ni yo misma sé nada sobre mí. Sólo quiero estar en casa con mi madre, así que cuando he llegado a casa me he puesto a sacar todas las fotografías de cuando era pequeña y en contra de lo que me pensaba, el dolor de espalda se ha hecho más agudo, tanto que me he quedado tumbada en el suelo durante dos horas. Cuando por fin he logrado incorporarme he llamado a mamá. Y eso no ha hecho más que empeorar las cosas. El peso ha aumentado. De hecho ha aumentado tanto que voy completamente encorvada. Siento el peso de la tristeza, la siento adentrándose en mí cómo una lava que me oprime los pulmones y me agrieta el corazón. No sé lo que debo hacer, soy incapaz de moverme. Sólo quiero volver a ser una niña y no tener problemas, soñar cada día, no tener que preocuparme de trabajos ni facturas ni de hacer la compra…sólo quiero volver a tener la ilusión del día de Reyes al despertar, la inocencia de los dibujos animados…quiero volver a casa, mamá.
Le cuento todo esto al psicólogo. De hecho mi trayecto hasta la consulta ha sido de lo más grotesco ya que andaba completamente curvada pero finalmente lo he conseguido: por cojones!¿ eres o no eres una mujer?
El psicólogo me ha mirado fijamente asintiendo mientras tomaba notas en su libreta.
- Lo ha hecho usted muy bien – me ha dicho . – Siga así. Es usted una mujer.
No he entendido nada pero inmediatamente he tenido ganas de llorar. Me he aguantado hasta salir de la consulta, no quería que pensara que era una niña estúpida que llora por ese tipo de cosas. Ya no tengo edad para eso…y repentinamente lo he entendido todo.
Ya soy una mujer. Ya no voy a volver a tener PRIMER BESO. Ya no voy a volver a soñar con mi casita de muñecas. Ya no sigo creyendo que todo el mundo sea bueno ni que la sociedad sea justa. Ya no puedo decir lo que pienso y quedar inmune. Ya no puedo solucionarlo todo en los brazos de mamá. Ya no puedo volver atrás. Ya no tengo excusa. Ya soy una mujer.
Cuando me he dado cuenta de esto, la certeza se ha dibujado clara en mi cabeza, clavándose como alfileres en todo mi cuerpo. He sentido de nuevo mi cuerpo como mío, mi voz ha vuelto a hablarme directamente en el corazón y aunque la niña que vivía en mí quería patalear la he relegado al lugar de los sueños dónde solo va a salir cuando esté preparada. El dolor que me aprisionaba ha desaparecido por completo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario